jueves, agosto 16, 2007

Lübke

Lorenzo era un pibe normal, tenía 28 años y trabajaba de boletero en la estación Constitución, media 1,74, pesaba 71 kilos y nunca en su vida comió un durazno. Cuando era chiquito quiso ser mago por dos semanas, pero su deseo de convertirse en vaquero lo superó, al menos por un tiempo. Compró 3 veces la guía 'T' en el subte, 2004, 2006 y 2007. Mmm... ¿qué más? Creo que entienden la idea, la razón por la que digo todo esto es para aclarar que Lorenzo era un pibe como cualquier otro, como vos y como yo. Y esto que le pasó le puede pasar a todo el mundo, a vos y a mi.

En fin, sigo, Lorenzo estaba volviendo de laburar. Estaba en el último asiento del 59, pasando por Plaza Italia, cuando el colectivo se frena debajo de las vías de tren justito antes de cruzar Juan B. Justo. Él mira para arriba y ve que un tren estaba a punto de pasar, sonrie y piensa "Dios de los trenes, por favor, cumplime mi deseo". Ojos cerrados.
-Dime, hijo mio -se escuchó una voz grave y firme.
Lorenzo se paró sorprendido cuando se dio cuenta que no estaba más en el colectivo, estaba en una especie de nada blanca, con puntitos flotando y una gran bola azul vibrante a lo lejos, como si fuera un sol. Increíblemente asustado empezó a mirar para todos lados hasta que volvió a escuchar:
- ¿Si? ¿Querías algo?
Lorenzo tragó saliva y dijo:
- Ehm... ¿quién sos? ¿donde estoy? ¿que son todos estos puntos dando vueltas?
- A ver... escuchame un segundito, ¿vos no me acabás de llamar?
- Esteee, si me dijeras quién sos podría decirte si te llame o no, no tengo idea qué es esto
- Buenísimo... cuchame pibe, mi nombre es Lübke, amo y señor de los trenes, yo soy el que cumple los deseos de la gente que pasa justo por abajo del tunel donde hay un tren en movimiento.
- ¡¿En serio?! ¡Yo pensé que eran todas mentiras!
- Nah, soy posta, el tema es que mucha gente cuando pide un deseo piensa además en un elefante rosa o en un camello con tres jorobas viste, y por temas con el sindicato no me permiten cumplirle los deseos, pero vos viniste bien, así que acá estoy.
- Mirá... y esta nada blanca, ¿qué es?
- Vos ahora estás dormido, este espacio es como el nexo entre donde estoy yo y donde estás vos. Es el único lugar donde puedo hablarte sin que te vuelvas loco.
La luz azul empezó a aclararse hasta ser casi celeste y la bola se acercó a Lorenzo, casi hasta estar frente a frente.
- Ahora si, ¿me vas a decir qué querés?
- Es verdad, tengo un deseo... ¿sea el que sea vos me lo cumplís?
- Ajam.
- ¿Sin ningún tipo de restricción?
- Exacto.
- Che, que groso.
- Y si papi, soy Lübke, dios de los trenes.
- Uh, bueno. ¿Tengo un solo deseo?
- ¿Te parece poco? Podrías no tener ninguno si querés.
- No, no. Simplemente como para saber bien qué pedir, vos me entendés.
- Tenés uno solo. Pensalo bien.
Lorenzo empezó a pensar, ¿qué era lo que quería por sobre todas las cosas? ¿Cómo poder decidir qué es lo más importante para uno? ¿Pedir dinero y bienestar? ¿Pedir seguridad y salud? ¿Pedir saber? ¿Pedir para la familia o para uno? ¿Pedir una mujer, una compañera? O quizás pedir la respuesta, pedir justamente el saber-qué-hacer ante estas dudas. Pero Lorenzo es un pibe, como muchos otros, con sus prioridades definidas, y no tardó mucho en saber qué pedir.
- Ya sé Lübke, quiero una mujer.
- ¿Una mujer? ¿Nada más?
- No, esperá. No cualquier mujer. Tiene que ser especial. Tiene que ser una mujer a la que yo pueda hablarle hasta quedarme dormido, que su regazo esté hecho a mi medida, que cuando la abrace no seamos nadie más que ella y yo, quiero que su perfume me cautive, quiero poder quedarme viendola dormir por horas, ¿me entendés? Quiero al besarla poder sentir ese calorcito en los labios. Quiero entregarme. Cerrar los ojos y dejarme caer, sabiendo que abajo me espera ella con un colchón y un te amo. Eso quiero Lübke, ¿me lo podés dar?
- Sabía que me ibas a pedir algo bueno.
- ¿Eh?
- Nada Lorenzo, cuidate.
Y así la luz celeste desapareció. Y la luz blanca poco a poco también.
- ¡Esperá! ¡¿Lübke?! Te fuiste, ¿Dónde estás? ¿Hola?
Abrió los ojos y estaba de nuevo en el mismo asiento de colectivo, sobresaltado. Miró por la ventanilla y se dio cuenta que estaba, al menos, 20 minutos pasado de donde se tenía que bajar. Se apuró a la puerta y tocó el timbre, el colectivero por instinto frenó de golpe y tocó el botón de la puerta, Lorenzo con el impulso cayó y salió disparado del colectivo. Cayó al suelo y quedó ahí tirado.
- Disculpame, ¿estás bien?
- Eh.. si si -Se agarró la cabeza con las dos manos y empezó a frotar fuerte - No pasa nada, posta, estoy bien - Cuando miró quién le había preguntado vio a una chica, masomenos de su edad, linda, morochita, un toque más bajita, con ojos de peluche.
- ¿Seguro?
- Si, si, gracias.
Lorenzo se dio vuelta y empezó a caminar para el otro lado, puteándose por dentro por no quedarse y hablar.
-¡Che! -Escuchó gritar medio a lo lejos- ¿No querés que te acompañe a la parada al menos? No quiero parecer insoportable pero es que... no me quedo tranquila sino.
Se dio vuelta y se quedó unos segunditos mirándola.
-Bueno bueno, dale. 
- Me llamo Lucía por cierto.
- Lorenzo, un gusto.
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Un amigo me hizo volver a leer esto que escribí hace bastante y la verdad que me gustó.

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