
Bueno, escribí esto el otro día, es una pieza para piano. Le puse Cásper porque me recuerda mucho a la parte donde, en la película, Cásper se vuelve un pibe de verdad y empieza a bailar con la chica. La verdad que me gusta mucho como salió, para cualquiera que lo quiera tocar, si bien dice que la negra va a 120 (dos negras por segundo), el tiempo es a consideración y siempre alentecido al comienzo de cada compás. Para todos los demás, ¿no están buenos los puntitos negros y las barritas? =D
Por cierto, no sé cuán bien se verá la imagen (siempre tengo estos problemas cuando quiero poner imágenes en el blog), pero creo que si la guardan a la pc se ve mejor.
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El pianista de Génova fue una persona rodeada de misterio y controversia por el año 1876. Se decía que era el mejor intérprete de piano que jamás hubiera existido y todos aquellos que tenían la posibilidad de asisitr a uno de sus conciertos quedaban extasiados y completamente hipnotizados al escucharlo tocar, aparentemente él tenía una conexión tal con el instrumento que podía crear sensaciones en las personas a través de las melodías más hermosas.
De esta manera su fama fue creciendo y cada vez era más complicado ir a uno de sus recitales, por lo que el rey decidió obligarlo a tocar una vez por semana al aire libre para que todo aquél que quisiera pudiera escuchar semejante belleza. Miles y miles de personas simplemente se recostaban en el pasto y cerraban los ojos para dejarse llevar por la música. El pianista tocaba por horas y la gente que lentamente iba despertando lo aplaudía y homenajeaba cuando éste terminaba de tocar.
Lamentáblemente, la gente disfrutaba tanto al oírlo que no pasó mucho tiempo antes que comenzaran a reclamar recitales más frecuentes, hubieron protestas y enfrentamientos hasta que el rey acordó con el pianista realizar dos conciertos públicos por semana. No mucho después se aumentó a tres. Y luego cuatro. Cinco. Seis. Y finalmente el rey decretó que el pianista tocaría todos los días desde el amanecer hasta el ocaso.
Por más que protestara y reclamara por su libertad, al pianista se lo tenía encerrado y se lo obligaba a escribir noche tras noche aquello que tocaría al otro día.
Al pasar los meses se lo veía cada vez más deteriorado, las piezas que componían no tenían el mismo efecto en las personas y a veces gritaba y estallaba en público. Pedía por su libertad diciendo que le habían robado su amor por la música. Nadie le prestaba atención.
Un día el pianista fue con el rey y le comentó que tenía una propuesta; si su majestad lo dejaba descansar por 21 días, él compondría la obra de piano más hermosa que jamás pudiera escribir y la tocaría para todo el reino, la obra duraría días enteros y sería muy favorable para la opinión que la gente tenía sobre el rey. Por supuesto que este aceptó y lo dejó libre.
Los 21 días pasaron y al salir el sol todos los habitantes del pueblo se encontraban espectantes en la plaza.
El pianista apareció por el horizonte llevando un sus manos un cuaderno de apróximadamente 660 páginas. Caminó hasta donde estaba la gente, hizo una reverencia, abrió el cuaderno y comenzó a tocar.
Segundos después las personas comenzaron a acostarse sintiendo esa mágia que la música les brindaba, los más pequeños dormían apacibles mientras sus padres disfrutaban con los ojos cerrados. El pianista seguía mientras el rey con una imborrable sonrisa saludaba a aquellos que, en silencio, lo felicitaban por el espectáculo.
Tras un día de estar tocando todas las personas se habían dormido apacibles escuchando muy detenidamente al sonido del piano, y el pianista siguió.
Tocó por horas y horas hasta que pasaron casi tres días. Jamás se equivocó en una nota, nunca rompió el tiempo, hasta que acabó su cuaderno y su música terminó. El pianista se paró, hizo una reverencia, recogió sus cosas y se marchó.
Nadie más se levantó.
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